jueves, 27 de marzo de 2008

La felicidad de Satán

La felicidad de Satán

Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Apocalipsis 20:10


I

Es preferible el fuego al martirio de tantas acusaciones en mi contra. Es cierto que tuve envidia, porque yo inventé la envidia, ya que sin ella muchos hombres no hubiesen logrado rebasar a sus enemigos: inventé el término enemigo; puede llamárseme creadora de todas las palabras, ya que éstas siempre tuvieron el pecado de procedencia humana. Sencillamente no puedo recordar por qué tal sentimiento; sólo mi padre tenía aquello que los hombres creyeron como amor. Fui distinta; mi hermano fue concebido para ser superior, para amar sin importar lo que fuese, pero ¿en dónde se descargaría todo ese amor? Por eso mi padre creó a los hombres, y puedo asegurar que no fue sólo uno. Adán fue el nombre de los siete que mi padre hizo, los primeros seis eran pruebas demasiado perfectas: se parecían a mí. Pero el séptimo fluctuó, a mi padre le pareció bueno. Le sugerí que lo llamase Adán, ya que del barro rojo fue creado: sostuve al hombre, mi padre le dio el soplo. El hombre abrió los ojos, lo primero que expresó fue un balbuceo, ya que éste no fue hecho grande, sino que era un pequeño embrión al principio, luego, entre remolinos tenues de espíritu nació. Por ese entonces las madres no existían, salvo en todos los reinos animales, de los cuales yo me encargaba cuando Adán era un principiante en el andar. En un inicio se pensó en crear a la tierra como un icosaedro, para exaltar los descubrimientos de los arcángeles dedicados a las artes del universo. Pero en un consejo de criaturas espirituales se decidió que la esfera le representaría. Muchos ángeles se opusieron porque era la voluntad del padre que fuese icosaedro, pero la reflexión pudo más que las ganas de hacer por hacer. Es entonces cuando se inventa la palabra propósito. Entonces el propósito de la esfera era el de la perfección, girar y más adelante causar los días y las noches. Yahvé pensó que el hombre estaba muy solo y decidió hacerle una casa. Primero él vivió entre nosotros, el término aprender y enseñar se dieron gracias a que él se quedó interactuando en el bello cielo.

El hombre quiso introducir la moral en el cielo, pero ésta conllevaba a reglas que el padre no podría realizar: el mal. El mal estaba dentro de Adán y un día le escuché, cuando sólo en su palacio sollozaba:
-¿Qué te sucede? Pregunté. ¿Acaso puedo hacer eso también?
- No –dijo, mientras se limpiaba los ojos llorosos.- Yo le digo llanto, ya que tengo sensibilidad.
-¿Sensibilidad? Eso es nuevo para mí, ¿cómo lo hago?
- Simplemente piensa en algo malo. –me dijo.
-¿Qué significa algo malo?
- Lo que no es bueno.-respondió. Quedé en profundo silencio, y en ese instante pensé. Adán me observó y dijo:
- Eso que tú haces es malo.
-¿Por qué?- en voz baja le seguí.
- No estáis concebidos para pensar, excepto los hombres.
-¿Pero de qué hombres me hablas? ¡Sólo estás tú y los seis perfectos!
-Desde ahora le diré pecado. – Con penetrante pupila sentenció Adán.

Después de eso no pude contenerme, y sentí. Apareció el miedo en mi espíritu: corrí. Luego salieron diamantes de mis ojos: lloré. Pude sentir mi corazón, y después de investigar con Miguel y Gabriel, los arcángeles superiores, me di cuenta de que mi destino estaba siendo manchado. Ellos me aseguraron que no debía temer, que el temor no estaba en los planes del Señor. Mis sospechas acerca de Yahvé no se hicieron esperar: Yahvé no era Señor, y hacía mucho tiempo que estaba dormido. Entonces, ¿quién era mi padre?

Luego apareció Eva, cuando el hombre pidió ante el consejo que la tierra sería su nuevo hogar. Como no estaba acostumbrado a la grandeza de ésta, sólo a la del padre, entonces, por lo plano de la tierra púsole Planeta. Las ánimas del cielo fueron trasladadas a Planeta, porque se miraba desolada y vacía: los mares para los peces, las montañas para las aves de rapiña, los abismos para monstruos incognoscibles. A mi padre le hubiese costado un guiño remodelar Planeta, pero la tarea fue encomendada a nosotros, que éramos ciento cuarenta y cuatro mil en número de hombre. Seiscientos sesenta y cinco estaban bajo mis órdenes, hicimos los árboles, y entre éstos, el de la ciencia y el conocimiento, y a mi hermano le fue concedido crear el último de estos: el Árbol de la Vida. A mi padre le gustó demasiado el árbol de la ciencia, tanto así que lo llenó con todos los frutos que se habrían de crear. Las ánimas se adaptaron a sus medios y fueron para Adán bestias. Y éstos nombrados animales tendieron a desobedecer y por esto se les quitó todo conocimiento, embruteciendo hasta realizar actos simplemente necesarios para vivir. Fue genial la creación de las estrellas, especialmente la del sol, que luego representaría a Dios en todo su esplendor. Los mundos que colindan con Planeta estuvieron habitados por arcángeles, pero después de la Caída procedieron en abandonarlos. La luna fue idea mía, fue un intento fallido porque duró largo tiempo el proceso de solidificación después de ser un simple cúmulo de materia estelar. Es complicado referirme al perfecto estado de movimiento que hacen estos astros: la elipse.

Adán intentó crear a sus propios animales, y comenzó por domesticar y ponerles nombre. Pero vio que estos se apareaban (sólo dio énfasis a los mamíferos) de una forma muy singular: en parejas. Entonces se hartó de ser uno y quiso ser dos: multiplicidad. Los mamíferos ya no eran dos, sino tres, cuatro, veinte. Y el hombre quiso ser muchos. Reclamó a mi padre por una falta tan grave, este le hizo dormir: por primera vez supe desde afuera lo que era el sueño. (Momentos de primeros momentos y acciones nuevas). Vi como surgió un ser que jamás había conocido, desde las entrañas de La Tierra: por un instante creí que era mi padre. Al despertar Adán también lo hizo el ser. El hombre la llamó mujer: ésta asintió con una leve angulación de su cráneo. Mi corazón latió fuerte: me enamoré. Fue llamada mujer. En mí la aclamé: Eva.


II

Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
Génesis 2: 15-17

En mi ethos algo estaba marchando de forma inusual. Los miembros del Consejo ya no tenían el brillo que sus rostros siempre emulaban. Y entonces la idea de Adán afloró dentro de mis pensamientos. Le comenté a Luzbel, mi hermano idéntico, las razones por las cuales nuestro padre se estaba sintiendo incómodo: Eva.
-¿Qué es Eva?- indagó.
-El nuevo ser que vive en Planeta. Siento algo distinto que rebasa los límites de lo que siento por mi padre.
-¡Sólo nuestro padre tiene las facultades de amar! ¿Es posible que tú tengas el poder de Yahvé?
Nuevamente los cristales emanaron desde mis ojos. Luzbel se sorprendió aún más.
-Las imperfecciones de Adán están en ti. Desde ahora mi padre sabrá lo que ha realizado.- Dijo entre dientes. Comprendí que el hombre era parecido a mí: es seguro que el mal está en mí.
Y reconocí la injusticia de la jerarquía: quise reunir a los otros que eran como yo, comulgando la igualdad: y vio Dios que era malo. Una tercera parte de los que residíamos en el cielo acordamos en derrocar a mi padre, por esto en Grecia pusiéronme Zeus. Mi hermano estaba del lado de mi padre, se hizo llamar Cristo y junto con Gabriel y Miguel nos declararon la guerra. Las fuerzas celestiales estaban divididas y nunca vi la interferencia de mi padre: es normal que entre hermanos surjan contiendas. Pero esto no fue lo que nosotros queríamos, muchos de los nuestros conocieron la Muerte: el espíritu redentor de Cristo, sombra que jamás nos fue dada. Tuve mucho miedo.

El Consejo decidió que nosotros viviésemos en Planeta, pero de forma invisible. Fuimos llamados demonios y me nombró Satán. Junto con Luzbel, que fue el Príncipe de este Mundo, partimos hasta el Mundo de los hombres. Adán no tenía la culpa, pero yo estaba orgullosa de que fuera así.

Como los seres espirituales que somos, las necesidades no eran la prioridad, pero en Planeta todo cambió: fuimos inmortales, pero vulnerables. Decidí visitar a Adán, y para mi sorpresa, ella se hizo llamar a sí misma Eva. Adán le llamó mujer, yo Eva, ella Eva.
-¿Cómo te ha ido desde mi arribo a Planeta?
-Sabes que mal, porque somos inventores del mal y nos enorgulleceremos por esto.
-Exacto. Desde ahora la inexactitud de Yahvé será nuestra perdición. Mis hijos serán el medio para castigarte. Algún día querrán salvedad, pero desde ya es demasiado tarde. Eva lo sabe todo.
-¿Cómo es posible?-Exclamé sorprendida.-
-Yo sé todo lo que ocurrirá desde mi nacimiento – agregó Eva – La contingencia está de nuestro lado, lo demás es obra de Dios.










Mario Alejandro De León